Lo que el aire que respiras le puede estar haciendo a tu cerebro

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Durante años, dos pacientes fueron al Centro de Memoria Penn de la Universidad de Pennsylvania, donde investigadores y médicos hacen el seguimiento de personas con deterioro cognitivo a medida que envejecen y, a la vez, de un grupo con capacidad cognitiva normal.

Ambos pacientes, un hombre y una mujer, habían aceptado donar sus cerebros a la investigación. “Un regalo increíble”, dijo el doctor Edward Lee, neuropatólogo y director del banco de cerebros de la Escuela de Medicina Perelman de la universidad. “Ambos estaban muy comprometidos con ayudarnos a entender la enfermedad de Alzheimer”.

El hombre, que murió a los 83 años con demencia, vivía con cuidadores contratados en el vecindario de Center City, en Philadelphia. La autopsia mostró grandes cantidades de placas de amiloide y ovillos de tau —las proteínas asociadas con el Alzheimer— que se habían extendido por su cerebro.

Los investigadores también hallaron infartos, pequeños puntos de tejido dañado, lo que indicó que había sufrido varios derrames cerebrales.

En contraste, la mujer, que murió a los 84 años a causa de un cáncer cerebral, “casi no tenía signos de Alzheimer”, dijo Lee. “Le hicimos pruebas año tras año y nunca presentó problemas cognitivos”.

El hombre vivía a unas pocas cuadras de la autopista interestatal 676, que atraviesa el centro de Philadelphia. La mujer, a varias millas, en el suburbio de Gladwyne, rodeada de bosques y un club de campo.

La cantidad de contaminación del aire a la que ella estuvo expuesta —específicamente, el nivel de partículas finas conocido como PM2.5— fue menos de la mitad de la que recibió el hombre. ¿Fue coincidencia que él desarrollara Alzheimer severo y ella mantuviera una cognición normal?

Probablemente no, considerando la creciente evidencia de que la exposición crónica a PM2.5 —un neurotóxico— no solo daña pulmones y corazones, sino que también está relacionado con la demencia.

“La calidad del aire donde vives afecta tu cognición”, dijo Lee, autor principal de un artículo reciente publicado en JAMA Neurology, uno de varios estudios de gran escala publicados en los últimos meses que muestran una asociación entre el PM2.5 y la demencia.

Los científicos han estado analizando esta conexión por al menos una década. En 2020, la influyente Comisión Lancet (Lancet Commission) incluyó la contaminación del aire en su lista de factores de riesgo modificables para la demencia, junto con problemas comunes como la pérdida de audición, la diabetes, el tabaquismo y la presión arterial alta.

Estos hallazgos están surgiendo justo cuando el gobierno federal está desmantelando medidas adoptadas por administraciones anteriores para reducir la contaminación del aire mediante la transición de combustibles fósiles a fuentes de energía renovables.

“‘Perforar, bebé, perforar’ es completamente el enfoque equivocado”, dijo el doctor John Balmes, vocero de la American Lung Association e investigador de los efectos de la contaminación del aire en la salud en la Universidad de California en San Francisco.

“Todas estas decisiones van a reducir la calidad del aire y aumentar la mortalidad y las enfermedades. La demencia es una de esas consecuencias”, agregó Balmes, en referencia a las recientes medidas ambientales adoptadas por la Casa Blanca.

Por supuesto, hay muchos factores que contribuyen a la demencia. Pero el papel de las partículas —sólidas o gotitas microscópicas presentes en el aire— está recibiendo cada vez más atención.

Estas partículas provienen de muchas fuentes: emisiones de plantas eléctricas y calefacción residencial, gases industriales, escapes de vehículos y, cada vez más, humo de incendios forestales.

De los distintos tamaños de partículas, el PM2.5 “parece ser el más perjudicial para la salud humana”, dijo Lee, porque es de los más pequeños. Se inhala con facilidad, entra al torrente sanguíneo y circula por todo el cuerpo; también puede viajar directamente de la nariz al cerebro.

La investigación de la Universidad de Pennsylvania, el estudio de autopsias más grande hasta la fecha en personas con demencia, incluyó más de 600 cerebros donados a lo largo de dos décadas.

Investigaciones anteriores sobre la relación entre contaminación y demencia se habían basado principalmente en estudios epidemiológicos. Ahora, “estamos conectando lo que realmente vemos en el cerebro con la exposición a contaminantes”, explicó Lee. “Estamos profundizando más”.

Los participantes del estudio se habían sometido a años de pruebas cognitivas en el Centro de Memoria Penn. Gracias a una base de datos del medio ambiente, los investigadores pudieron calcular su exposición a PM2.5 según las direcciones de sus viviendas.

Los científicos también desarrollaron una matriz para medir la gravedad del daño cerebral causado por el Alzheimer y otras demencias.

El equipo de Lee concluyó que “cuanto mayor la exposición a PM2.5, mayor el grado de enfermedad de Alzheimer”, dijo. Las probabilidades de encontrar un Alzheimer más severo en la autopsia fueron casi 20% mayores entre quienes vivían en zonas con altos niveles de PM2.5.

Otro equipo de investigación reportó recientemente una conexión entre la exposición al PM2.5 y la demencia con cuerpos de Lewy, que incluye la demencia relacionada con la enfermedad de Parkinson. Generalmente considerada como el segundo tipo más común después del Alzheimer, la demencia con cuerpos de Lewy representa un estimado de 5% a 15% de los casos.

En el que se considera el estudio epidemiológico más grande hasta ahora sobre contaminación y demencia, los investigadores analizaron los registros de más de 56 millones de personas beneficiarias del programa tradicional de Medicare entre los años 2000 y 2014, comparando sus primeras hospitalizaciones por enfermedades neurodegenerativas con los niveles de PM2.5, según los códigos postales.

“La exposición crónica a PM2.5 estuvo asociada con hospitalizaciones por demencia con cuerpos de Lewy”, dijo Xiao Wu, autor del estudio y bioestadístico de la Escuela de Salud Pública Mailman de la Universidad de Columbia.

Después de controlar diferencias socioeconómicas y otros factores, los investigadores hallaron que la tasa de hospitalización por esta causa era 12% mayor en los condados de Estados Unidos con las peores concentraciones de PM2.5 en comparación con los que tenían los niveles más bajos.

Para ayudar a confirmar sus hallazgos, los investigadores administraron PM2.5 por vía nasal a ratones de laboratorio, los cuales, después de 10 meses, mostraron “claros déficits similares a los de la demencia”, escribió por correo electrónico el autor principal, Xiaobo Mao, neurocientífico de la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins.

Los ratones se perdían en laberintos que antes recorrían con facilidad. Antes construían sus nidos de manera rápida y ordenada; después de la exposición los hacían de forma descuidada y desorganizada. En la autopsia, dijo Mao, sus cerebros mostraban atrofia y acumulaciones de la proteína alfa-sinucleína, asociada con los cuerpos de Lewy en cerebros humanos.

Un tercer análisis, publicado este verano en The Lancet, incluyó 32 estudios realizados en Europa, América del Norte, Asia y Australia. También halló que “un diagnóstico de demencia se asocia significativamente con la exposición prolongada al PM2.5” y a ciertos otros contaminantes.

Si la contaminación del aire exterior —la llamada contaminación ambiental— aumenta el riesgo de demencia por inflamación u otros mecanismos fisiológicos, es una pregunta que aún necesita más investigación para responderse.

Aunque la contaminación del aire ha disminuido en Estados Unidos en las últimas dos décadas, los científicos piden políticas aún más estrictas para promover un aire más limpio. “La gente dice que mejorar la calidad del aire es caro”, comentó Lee. “También lo es el cuidado de personas con demencia”.

Sin embargo, el presidente Donald Trump volvió al poder con la promesa de aumentar la extracción y el uso de combustibles fósiles, y de frenar la transición hacia las energías renovables. Su administración eliminó los incentivos fiscales para instalaciones solares y vehículos eléctricos, señaló Balmes, y agregó: “Están promoviendo continuar con la quema de carbón para la generación de energía”.

El gobierno también frenó nuevos proyectos de energía eólica marina, anunció perforaciones de petróleo y gas en el Refugio Nacional de Vida Silvestre del Ártico, en Alaska, y tomó medidas para detener el plan de California de hacer la transición a autos eléctricos para 2035. (El estado impugnó esa acción en los tribunales).

“Si las políticas van en la dirección opuesta, con más contaminación del aire, eso representa un gran riesgo para la salud de las personas mayores”, advirtió Wu.

El año pasado, durante la administración Biden, la Agencia de Protección Ambiental (EPA) estableció estándares anuales más estrictos para el PM2.5, señalando que “la evidencia científica disponible y la información técnica indican que los estándares actuales podrían no ser adecuados para proteger la salud pública y el bienestar, como lo exige la Ley de Aire Limpio (Clean Air Act)”.

En marzo, el nuevo director de la EPA anunció que la agencia “volvería a evaluar” esos estándares más estrictos.

The New Old Age se produce a través de una alianza con The New York Times.

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